martes, 22 de abril de 2014

Volver y volver... a Logroño

Cuatro líneas a vuela pluma para contaros lo que ha sido mi mini Semana Santa golfísitica, no muy amplia, y desde el exilio de Gorráiz, aunque, eso si, verdaderamente intensa y gratificante: volví al campo de Logroño y, además de sentir el calor gatupera de Javi Romero Filazos y compañía, pude ver, casi medio año después de haber estado por allí la última vez, que el club, de la mano de David Bedia y todo su equipo (mientras ningún otro me demuestre lo contrario, mi gerente preferido) va para arriba, como el rough de sus calles, en estos tiempos tan difíciles que corren.

Gracias por todo Javi!
Y eso como para celebrarlo y escribir este post. También espero que estos días de asueto, capirotes y profundas reflexiones espirituales entre torrijas y monas de chocolate, os hayan dado para jugar a golf hasta que os sangrasen las manos como a los penitentes con sus cadenas, crucifijos y sacrificios varios.

Siempre hay una sonrisa esperándote en Logroño... gracias Abi.

Las partidas que hemos jugado estos días en Logroño han sido varias, y variadas: primero, con el gran Txuma Sparrow, que vino a disfrutar de su 'vetusta y vieja' Iruña (más vetusta y vieja que nunca la verías, my friend) y nos hicimos, el miércoles de víspera, la primera mini excursión para jugar con Rome, Aguirron, Luis Charlie Whiting Salas y Carlos Murugarren.

Días de golf espectaculares.
Para mi, que llevaba 17 días, 6 horas y 35 minutos sin pinchar bola, fue un delirio de vuelta: +4 en la primera (con una glorioso birdie al hoyo 4, hándicap 1) y +12 en la segunda (con otro glorioso doble par al hoyo 12, ese par 5 del barranquillo tan 'salao'). La cuestión es que estuvimos muy a gusto, y al final del día pude comprobar como hubo dramas mayores: no pague la birra.

La 'penitencia' del golfista.

El Viernes Santo la excursión fue con Charly Lacunza, y la hicimos un poco más intensa. Después de meternos unos buenos primeros 18 hoyos con Rome (pagué las birras, y si me lo hubieran pedido, el plazo de la hipoteca de cualquiera de mis dos compañeros de fly), y tras de reponer fuerzas con unos buenos huevos con lomo, nos hicimos otros 18 con la bolsa al hombro, y no sin cierto regusto a penitencia (por aquello se nos iba acabando el fuelle conforme llegábamos al hoyo 36, y, con los boguies, empezamos a sacar el puño). Sin embargo, esta vez no dejé que Charly se fuera sin pagar: queda claro que soy player del turno de tarde.

Campo noble y que ahora está como nunca de bien cuidado.
En todo caso, la verdadera alegría de estas dos mini excursiones a Logroño ha sido comprobar el 'Estado de las Cosas' en La Grajera, y da gusto, alegría y entran ganas de volver, al comprobar como con pelea, trabajo y visión (que es lo que siempre ha puesto David Bedia, su equipo y los socios en un campo que es público y con unos recursos más que limitados), los clubes de golf pueden ser atractivos, funcionar y generar tráfico de gente, jugadores y hacerle un feo a esa miseria y tristeza en la que viven instalados algunos otros... la mayoría, diría yo.

Con un campo más cuidado y apetitoso que nunca, y un restaurante Hoyo 19 renovado y cuyo buen zampar empieza a ser conocido en la zona, dan ganas de volver a ver a Marina (si, si... esa camarera tan maja y que tan bien atiende al golfista) y toda su gente, un día si, y otro también.

Algo que sin duda, espero suceda en breve, si el finde jugamos allí el Dobles Absoluto de la Riojana (dos días -foursome + fourball-, blancas y todo una cuadrilla a la que retar, jajaj). No creo que esa buena gente deje que les ganen dos navarros así por la cara.

Y como de lo que se trata es de Volver y volver, y no precisamente a Logroño, que allí nos reciben siempre bien... el tema de uno de los grandes como Vicente Fernández para cerrar el post viene que ni pintado.



Mientras tanto, buena semana gentes del golf.

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